El último día de un condenado

Victor Hugo cruzaba la plaza parisina del Hôtel- de-Ville en octubre de 1828 cuando se encontró frente a una guillotina instalada junto al verdugo que engrasaba la máquina y ensayaba el espectáculo de la tarde. El gran autor francés quedó impactado ante la escena y, por eso, al día siguiente comenzó a escribir una de sus obras que, aunque breve, es sumamente conmovedora: El último día de un condenado, publicada un año después.

Para Victor Hugo todo patíbulo levantado con la finalidad de cercenar a un hombre es un retorno infame al salvajismo más primigenio; así que esta obra es un relato redactado en primera persona donde el autor deja de lado los detalles de la biografía del personaje y se enfoca en reflejar el espíritu de un condenado que se inspecciona, además de que encudriña con rigor y paciencia totalmente metafísicos, narrando al lector su camino hacia la agonía.